Octubre de 1936. Un pelotón del bando nacional tiene como misión tomar el control de una villa llamada Azaña una vez lanzada la sublevación franquista en toda España. Dicho y hecho. Apenas en un día consiguen ocupar el pueblo, que no ofreció resistencia alguna. A pesar del éxito, el líder de este regimiento militar -el comandante Jesús Velasco- no queda satisfecho con la gesta y decide que el nombre del lugar debía ser modificado. La nomenclatura de Azaña coincidía con el apellido del que fue presidente de la República poco antes de proclamar el Golpe de Estado. Sin embargo como señalamos esto era una simple coincidencia, proviniendo probablemente «Azaña» del árabe ‘al-sāniya‘, que vendría a ser noria o molino de agua (símbolo presente en el escudo local numantino). El propio Manuel Azaña mencionó La Sagra como la tierra de sus abuelos, por lo que lo más probable es que el político heredase su apellido del propio municipio.

Fuente: El Confidencial
Por lo que fuera el comandante Velasco no estaba interesado en el factor histórico de Azaña e hizo convocar un pleno urgente en el que ocho vecinos del pueblo sustituyeron a los concejales fugados para decidir por unanimidad (como para llevar la contraria) renombrar la localidad como Numancia de La Sagra, en referencia al nombre del propio regimiento de Velasco y al de la comarca de La Sagra.
Y tras 85 años, varias leyes de memoria histórica, numerosos cambios de gobierno y la consolidación de un Estado democrático, Numancia sigue siendo Numancia. Mucho se ha escrito sobre esta situación así que no me alargaré mucho. Ningún equipo del Ayuntamiento se ha atrevido a someter a votación el cambio de nombre, y jamás ha recibido el Ejecutivo denuncia alguna por estar incumpliendo uno de sus deberes. Esto no quiere decir que no se haya intentado por supuesto. Desde la política el exalcalde popular Clemente Serrano se implicó desde su llegada al poder, al igual que el grupo de IU, el único partido que sigue apostando por esta revisión histórica. Desde lo civil también podemos encontrar a movimientos como Fazania, asociación en defensa de la nomenclatura original. ¿Por qué no se ha llevado la propuesta adelante entonces? Pues el miedo aparece como el común denominador en cada uno de los casos. Serrano contaba para La Vanguardia las amenazas físicas y verbales de muchos/as vecinos/as del municipio que le hicieron abandonar la idea. Desde IU y Fazania otro tanto. Estos se han encontrado con una oposición fuerte, que en un pequeño pueblo donde todos se conocen se traduce en conflictos asegurados hasta para ir a comprar el pan. Nada que ni teniendo el Ayuntamiento los números suficientes a favor para acometer la transición, ni con unas leyes estatales que deberían refrendar cualquier denuncia bien planteada. Parece que lo del nombre no va a cuestionarse más, y a otra cosa mariposa.

«Cuando trabajaba para el Estado, me preparé un listado de municipios que por sus nombres entraban en conflicto con la ley de la memoria histórica creada con Zapatero. Esto fue una iniciativa personal mía por si alguna vez me requerían esta información, pero finalmente no fue necesario». Jose María Aznar fue jefe de área de entidades locales y tuvo varias experiencias relacionadas con la actualización de las denominaciones de varios pueblos para que cumplieran la legalidad, pero remarca que desde la Administración no tenían ninguna competencia para intervenir en este asunto, dependiendo de la decisión de los propios Ayuntamientos de estos pueblos: «Una vez sí que tuvimos que redactar un informe, pero como digo no podíamos hacer más. Hablando con el alcalde de este lugar, Guadiana del Caudillo -desde 2019 simplemente Guadiana-, éste argumentaba que la figura del Caudillo existía antes de Franco, y que podía provenir de cualquier periodo histórico. El sabía que esto no era así (Guadiana fue uno de los numerosos pueblos de colonización franquistas) pero no existía ningún proceso que le impidiese mantener el nombre». Y aquí llegamos al quid de la cuestión, ya que la Ley de Memoria Histórica vigente desde 2007 no dispone ningún apartado en el que consten sanciones o medidas en contra de los ejecutivos que no adapten la normativa. Fernando Martínez, director general de Memoria Histórica, reconoce esta postura y añade que «lo peor a lo que se enfrentan actualmente es a la pérdida de subvenciones». Si la gente de Numancia quiere conservar todo como está y el Gobierno no puede siquiera actuar, difícil veo yo lo del cambio.
España y Europa
El caso es que España es una rara avis en cuanto a tratamiento histórico de su periodo dictatorial más reciente si la comparamos con homólogos europeos en cuanto a tamaño y relevancia como Italia o Alemania, que tuvieron regímenes autoritarios de corte similar. No podemos dejar pasar que la dictadura duró más de tres décadas, y la transición hacia la democracia fue relativamente pacífica para los altos mandos del franquismo, que pudieron seguir activos ya fuera en el ejército como en la vida política. Sin entrar en el tema cultural y la concienciación de los ciudadanos de estos tres países, vamos a comparar la legislación. Italia desde 1993 condena la proclamación de lemas, gestos y/o símbolos fascistas. Por su parte Alemania, de acuerdo a una ley aplicable desde 2005, sanciona la exaltación del nazismo con penas de hasta tres años de cárcel. En España es totalmente legal la celebración de actos de reivindicación de la dictadura ya que están amparados bajo el derecho a la libertad de expresión. Desde el Parlamento Europeo se ha instado numerosas veces a España a adecuar su derecho para no dar cabida a asociaciones y movimientos pro-franquistas y poco han logrado hasta ahora. Y digo hasta ahora ya que es posible que en el actual curso político la situación dé un vuelco.
Una nueva Ley de Memoria Histórica ha sido aprobada por el Gobierno de Coalición, y solo queda que tenga éxito en las Cortes para que sea una realidad (a falta de previsibles recursos judiciales). Esta sí que incluiría multas económicas para las Administraciones que se salten la norma, además de prohibir la apología del franquismo y la dictadura. Si sale adelante puede que el nombre Azaña tenga posibilidades de reaparecer en la escena política de Numancia cuando nadie lo esperaba. El Estado por fin podría tomar parte, pero todavía nos queda el rechazo de la población. ¿Debe de actuar lo público en contra de lo que opinan los propios habitantes?
Voy acabando el artículo y si algo saco en claro es que la revisión histórica, y más si esta entronca con los sentimientos, es un asunto del que casi todos intentan escapar. Si es ya difícil acordar unos presupuestos locales o coincidir si en el partido de ayer eso fue penalti, imagínate que un pueblo entero decida movilizarse para cambiar su nombre (a riesgo de que no lleguen los paquetes a casa por el lío) en base a una cosa que pasó hace casi 100 años. La gran parte de los habitantes numantinos (azareños?… azarenses?) no se han criado en el municipio, por lo que este es un debate algo ajeno para ellos/as, además de que pocos quedan ya que vivieran este hecho histórico en sus propias carnes. Cuando dispones de servicios precarios y problemas estructurales, como se llame tu pueblo te importa más bien poco. Sin embargo esta lectura aunque razonable, creo que se queda corta cuando pones las luces largas y te paras a reflexionar. Y a pesar de que no quiero caer en esto de «un pueblo que no conoce su historia está condenada a repetirla», es evidente que la educación, la memoria y a su vez la desmemoria, influyen en nuestro modelo de convivencia.
Historias de La Sagra: Franco, Alemania y una noria
Exposición en el campo de concentración de Auschwitz Monumento explicativo del origen de Numancia
En las distintas etapas formativas de un/a alumno/a en Alemania, las visitas a campos de concentración o a museos que tratan el holocausto son imprescindibles, además de ser un periodo histórico tratado de forma profunda en las aulas. La conservación de pruebas materiales, conservación de espacios históricos o los juicios e interrogatorios a los soldados nazis permiten crear una cultura común y un consenso necesario para avanzar en materia social y en el respeto entre culturas y etnias. En España por otro lado la revisión de la dictadura no ha sido un elemento prioritario, y no hay un acuerdo social sobre este asunto. Los cuerpos sin identificar de miles de españoles yacen todavía bajo nuestro suelo, y en Numancia, raro/a será el/la estudiante que conozca el origen del nombre de su pueblo.
Puede que como decía antes, este tipo de conflictos históricos no se vean como relevantes para lo que somos hoy en día, pero la realidad a veces es implacable. Por acabar con el símil (nada de complejos pro-germánicos, solo un análisis honesto) Alemania dispone de un cordón sanitario a la extrema derecha y los movimientos neonazis. Todos los partidos políticos importantes se oponen a legitimar y/o pactar con AfD, que a pesar de defender ideas reaccionarias suelen ser precavidos a la hora de reconocer su vínculo con el nazismo para evitar sanciones. En España, y me centro en este caso en la apología del franquismo, vemos manifestaciones neonazis y neofranquistas con normalidad. También escuchamos declaraciones incendiarias en partidos políticos como Vox, que afirmó que el actual Gobierno es el peor en 80 años, o en el Partido Popular, que a día de hoy cuestiona que la sublevación militar de 1936 fuera un Golpe de Estado, mostrando lo alejados que estamos de una paz social que depende de la propia imagen de la historia de nuestro país y en este caso, de nuestro pueblo.
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