He crecido con las telenovelas de tal modo que no puedo recordar todas las que he visto. Además, de varios países. Han formado parte de mi vida hasta el punto de que en casa hemos incorporado frases míticas que hemos escuchado en estas. Y he descubierto en el gran número de telenovelas que he consumido verdaderas joyas y personajes increíbles.
La gente suele negar que las ve. Seguramente, si admiten haber visto alguna esta sea Pasión de gavilanes o Frijolito. La mayoría incluso se avergüenza de haberse enganchado a estas dos. Y todo es, por supuesto, porque las telenovelas han sido relegadas a entretenimiento de segunda, propio de marujas y perfecto para latinas. Se han llenado, en definitiva, de tópicos misóginos y racistas. Sin embargo, como el resto del mundo las telenovelas han evolucionado y también, claro, pueden encontrarse excepciones en tiempos pasados.

Si hablo de las telenovelas es porque en la comunidad de escritoras leo mucho sobre la influencia de, por ejemplo, los videojuegos a la hora de contar una historia. Cómo estos y su forma de conducir un relato pueden enseñar a quienes escriben a mejorar. Mi problema es que no juego a más videojuegos que Los Sims y el rol que yo practico es el narrativo. Así pues, me vi alejada de la comunidad hasta que me di cuenta de que yo sí tenía una fuente de inspiración y aprendizaje: las telenovelas.
Verdaderamente hay una para cada persona, solo tienes que encontrar la tuya en la amalgama de variedad que existe y de países que las producen. Las telenovelas tienen drama, acción, romance e incluso fantasía (no es una broma, podéis comprobarlo viendo La mujer en el espejo, Dame chocolate y El cuerpo del deseo). Hablar de todo esto sin daros ejemplos extensos se me queda en nada, así que he decidido seleccionar, entre la larga lista que podría dar, mis tres favoritas:
Doña Bárbara
Año: 2008
País: Colombia y Estados Unidos
Productora: Telemundo y Sony Pictures Television
Reparto principal: Edith González, Christian Meier, Génesis Rodríguez, Katie Barberi, Arap Bethke, Juan Pablo Shuk y Lucy Martínez.
Doña Bárbara es sin duda alguna mi telenovela favorita. Si tenemos una relación estrecha, ya me habrás oído hablar de ella. Y es que no puedo evitarlo, es la mejor entre las mejores.
Esta producción está basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos publicada en 1929 en la que su autor critica el régimen dictatorial de Venezuela en su época. Por otro lado, se dice que es el símbolo de la lucha en el continente Americano entre la cultura occidental y la barbarie. Así mismo también está plagada de crítica social y el autor pretende que la sociedad cambie y la Venezuela rural se culturice y deje la ilegalidad de lado.

La telenovela de la que yo os voy a hablar no es la primera adaptación que se hizo en este género. Antes que la de 2008, Perú se encargó de la primera adaptación en este formato en 1963 y Venezuela realizó dos versiones, una en 1967 y otra en 1975. Además, en el año 2016 México se encargó de hacer la telenovela moderna y la retituló como La Doña.
La Doña Bárbara de esta historia comienza siendo una joven inocente y mestiza que vive, con su nana Eustaquia y su padre, a bordo de un barco que transporta contrabando por el Río Orinoco. Se enamora de un muchacho a la vez que su padre hace tratos para vendérsela a un leproso. Resulta que es tan hermosa que la tripulación del barco, toda masculina, también la desea. Finalmente, estos hombres borrachos matan al amor de la que entonces se llamaba Barbarita, a su padre y la violan. Aquello marcará el personaje de Doña Bárbara durante toda su historia, pues desde entonces considerará a los hombres como animales brutos y lujuriosos, y usará el deseo que despierta en su beneficio.
Doña Bárbara, ya no inocente, pero aún joven, vuelve a orillas del río y conoce ahí a Lorenzo Barquero, dueño de la hacienda La Barquereña. El hombre no está pasando un buen momento, pues ha sido separado de su novia adolescente y ha visto cómo el odio en su familia (sus primos poseen la hacienda vecina, Altamira y han tenido problemas muy graves) ha destruido todo. Bárbara decide entonces casarse con Lorenzo y, aprovechándose de que este se convierte en un borracho, transforma La Barquereña en El Miedo y a sí misma en la temible Doña.
Con Lorenzo incluso tiene una hija, Marisela, pero detesta tanto a aquel borracho que le recuerda a sus violadores, que los expulsa de la hacienda a él y a la niña a su suerte. Esa mujer rota se convierte en la dueña de la Arauca entera y controla la ley en su beneficio. Mientras agranda sus bienes, busca uno a uno a los que la violaron y les dedica una muerte cruel y especial a cada uno.

Sin embargo, a la par que su historia evoluciona, llega a la abandonada Altamira Santos Luzardo. Es un joven abogado que rechaza la barbarie de aquella zona desde niño, pues fue espectador de cómo los tratos violentos de aquellas tierras destruyeron su familia. Su padre mató a su hermano mayor cuando este intentaba unir de nuevo la familia tratando con los Barqueros. Y, cuando su progenitor llegó a la hacienda, Santos fue testigo de cómo se quitó la vida con una lanza. Luzardo regresa con deseos de vender la hacienda, pues está a punto de casarse y lleva una vida muy distinta a la que suele llevarse en aquel lugar. Sin embargo, cuando se entera de la existencia de Doña Bárbara y sus acciones, recoge en su casa a Barquero y a su hija, que ya es una adolescente, y decide recuperar el esplendor de la hacienda.
Doña Bárbara, que se siente atraída por Santos, convertirá la trama entonces en una lucha entre el mundo civilizado de Luzardo y el suyo, el bárbaro, en el que las cosas se solucionan a golpe de pistola y aún se cree en la brujería. La historia muestra pues cómo no existen blancos o negros y cómo el gris y sus diferentes tonos rigen verdaderamente el mundo. Además, aboga por el equilibrio entre lo arcaico y rural, y lo nuevo y cosmopolita.
Como veis la trama es una absoluta maravilla. Además, esta novela está llena de personajes maravillosos que dan el toque cómico y quitan tensión a la trama principal. Es una de las primeras novelas que vi donde la supuesta villana era la protagonista y no era la típica mujer rubia y tonta subida a un tacón que habla con anglicismos. Doña Bárbara es puro fuego, es una amazona, es ducha con la pistola y se ha hecho la reina en un mundo donde los hombres predominan. Muestra una forma de ser mujer absolutamente diferente a lo normativo en las telenovelas y, no solo ella, pues todas las mujeres que aparecen en esta historia traen a la misma puntos de vista diversos, así como formas de ser. A través de ellas se habla del problema del analfabetismo, del despertar sexual o de cómo son vistas, con sus roles y tópicos, las mujeres. La mayoría acaba empoderándose al final, dentro de lo que cabe en este tipo de historias. Doña Bárbara es un grito a alzarse rebelde contra cualquier injusticia o tiranía.
Victoria
Año: 2007
País: Colombia
Productora: RTI Telemundo
Reparto principal: Victoria Ruffo, Mauricio Ochmann, Arturo Peniche y Andrea López.
Esta telenovela también es una adaptación, pero en este caso de otra colombiana estrenada en 1993, Señora Isabel. Yo os voy a hablar de la de 2007 que es la que yo he visto y que me encanta.
Victoria comienza con el cincuenta cumpleaños de su protagonista homónima y a punto de celebrar sus bodas de plata con su esposo, Enrique. Justo en ese momento de su vida descubre que este lleva dos años siéndole infiel con una mujer 20 años más joven que ella, Tatiana.

Desde ese momento, como la vida de muchas mujeres, la de Victoria da un vuelco enorme. Es abandonada por su marido tras haber pasado la mitad de su vida dedicándose a atenderle a él y a sus tres hijos. Además, no solo le deja Enrique, sino que sus dos hijas le echan la culpa de esto y creen que no ha sido capaz de retenerle. Solo le queda el apoyo de su hijo menor, quien nunca se ha llevado bien con su padre.
A pesar de este terrible varapalo, en el que la vida acomodada y feliz de Victoria se acaba, ella no se achanta en ningún momento. Sabe que no ha trabajado en su vida, pero también lo bien que se le da la cocina gourmet. Así que pone toda la carne en el asador (nunca mejor dicho) y se convierte en una mujer de negocios que abre su propio cáterin a la edad de 50. Vaya, una reina.
Mientras esto ocurre, aparece en la vida de Victoria un hombre de 34 años de edad, Jerónimo. Este se enamora perdidamente de ella (tanto que si hicieran un meme de la telenovela sería él suspirando el nombre de «Victoria» continuamente) y lucha por demostrarle a su amada que su edad no significa su final. Por el contrario, es un momento muy válido para seguir viviendo y buscando la felicidad y la plenitud.
Esta telenovela, como su precursora, trata y retrata la vida de las mujeres divorciadas y su sexualidad pasados los 40. Defiende la libertad de la mujer a escoger con quién disfrutar y, sobre todo y lo más importante, le anima a empoderarse. Victoria es una muestra de que no hay que tirar la toalla, de que las mujeres divorciadas pueden salir adelante y de que no hay nada que una mujer no pueda hacer.

Tengo que señalar en relación con esto al personaje de Camila interpretado por Diana Quijano. Ella es la mejor amiga de la protagonista, una mujer que, pese a tener relaciones con hombres más jóvenes es incapaz de aceptar su edad y el paso de esta sobre su aspecto. Sirve de contrapeso y muestra la otra realidad de ser mujer junto con Helena de Cárdenas (María Helena Döering) quien continúa siendo una esposa fiel y felizmente casada. Ambas parecen además los dos caminos preestablecidos por la sociedad que Victoria podría tomar y que sin embargo, no acepta. Victoria escribe finalmente su propia historia haciendo un balance entre ser libre y activa sexualmente, y continuar siendo la mujer de su hogar que es.
De nuevo, aunque como pasa con Doña Bárbara tiene tópicos telenovelescos básicos, es una forma distinta y refrescante de contarnos una historia con alta carga social. Critica la posición de la mujer en la sociedad, en cómo son vistas y cómo son influidas por el peso de los roles que se les imponen. Desde Victoria, hasta las treintañeras que buscan no acabar solas o la adolescente que tiene problemas con la presión social de su grupo, todas las tramas nos hablan de cómo estas mujeres se plantan y toman las riendas de sus vidas.
Rubí
Año: 2004
País: México
Productora: Televisa
Reparto principal: Bárbara Mori, Eduardo Santamarina, Jacqueline Bracamontes, Sebastián Rulli, Ana Martin, Yadhira Carrillo y Carlos Cámara
Rubí es una telenovela basada en una historieta hómonima escrita por Yolanda Vargas Dulché y publicada en 1963 en la revista Lágrimas, risas y amor. Aunque Internet dice otra cosa, creo que Teresa (2010) es la versión más reciente. Eso o las tramas son calcadas, claro. Yo he visto las dos y ya os digo que hasta el protagonista lo interpreta el mismo actor, Sebastián Rulli.
La historia de esta producción es la de una universitaria bellísima de clase baja que consigue estudiar gracias a una beca y al apoyo económico de su hermana. Obsesionada con el dinero y el poder, desde que su padre falleció, decide utilizar su belleza e inteligencia para atraer a un hombre guapo y rico que le dé prestigio y una buena vida.
En la universidad privada, donde se burlan de ella por pobre, conoce a Maribel, una chica tímida con una discapacidad en la pierna derecha. Ella es hija de un millonario y se convierte en la mejor amiga de Rubí. Las dos amigas, por aquella época, conocen a los hombres de sus vidas: Maribel a Héctor, un arquitecto millonario, y Rubí a Alejandro, un doctor pobre. Rubí se enamora de este último y es correspondida, pero lo rechaza debido a su estatus social.

La protagonista tiene un objetivo claro y se decide por la ambición antes que por el amor. Así pues, haciendo uso de su fría manera de ser, encandila a Héctor y consigue que este no solo no se case con Maribel, sino que se fugue con ella y se convierta en su esposo. Lo que parece el matrimonio ideal pronto muestra lo contrario, pues Rubí no es feliz pese a todo el dinero y estatus que ha ganado. Sigue amando a Alejandro y, ahora que tiene lo que quiere, busca un nuevo objetivo: conseguir también su amor.
Rubí es diferente a las otras dos ya que su trama no es tan empoderante, pero yo consigo rescatar de este telenovelón ideas muy chulas. En primer lugar, de nuevo nos encontramos con una protagonista que es a su vez la villana. Es cierto que está más plagada de estereotipos y misoginia, además de lanzar la idea de que una mujer ambiciosa es una casquivana y que la modestia es el fin último de las mujeres. Pero me encanta Rubí, adoro que se imponga ante el mundo, que no la dobleguen que continúe ciega por sus ambiciones porque no solo los hombres pueden ir a por lo que desean. Apunta alto y, aunque sus métodos son cuestionables, consigue lo que busca.
Como podéis ver, existe más de un tipo de telenovela y puntos de vista diversos e inclusivos, dentro de lo que cabe. Este género continúa evolucionando y adaptándose a los tiempos nuevos. Ya han salido tramas o personajes abiertamente gays o que defienden los derechos de las mujeres. Además, aunque mi selección es latinoamericana, hay otros países que desarrollan historias en este tipo de formato. Desde hace unos años, Turquía parece ser la heredera de las telenovelas de Sudamérica. Comenzó con dramas históricos muy telenovelescos (como El sultán (Muhteşem Yüyil) o La sultana Kosem (Muhteşem Yüyil Kösem)), pero actualmente lo está petando con dramas y crímenes modernos (como en Kara Sevda, Sühan: venganza y amor (Cesur ve Güzel) o Stiletto Vendetta (Ufak Tefek Cinayetler)). Incluso en Norteamérica han desarrollado producciones como Jane The Virgin, con clarísima inspiración telenovelesca. E incluso Netflix se ha subido al carro con La Casa de Las Flores.
En definitiva y en resumen, hay que quitarle los tópicos a las telenovelas y darles una oportunidad. Son un formato tan válido como otro cualquiera que desarrolla historias muy dispares y, sobre todo, del que aprender a mantener la tensión. Su éxito a día de hoy se basa en eso, en mantener a sus espectadores tras sus numerosos capítulos, aunque quizás pequen de ir de cliffhanger en cliffhanger. Sin embargo, a cualquiera que quisiera escribir no le vendría mal echar un ojo a cómo este formato cuenta sus relatos. Las telenovelas son al fin y al cabo una de las formas más brutas, pero populares, de creación literaria.
Autora: Andrea Díaz Díaz (https://www.instagram.com/bordadosvitorita/)
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