
Para contaros la historia de cómo llegué hasta aquí, tenemos que remontarnos unos años atrás cuando me encontraba en Numancia de la Sagra coordinando los proyectos internacionales de la asociación que me vio crecer, Proyecto Kieu. Tras años de voluntariado y aprendizajes había llegado al trabajo de mis sueños cargada de ilusión y perspectivas para nuestra comarca, colocando a lxs jóvenes en el punto de mira.
Mi voluntariado en Argentina me había enseñado lo que creía necesario para emprender esta aventura, junto con los conocimientos adquiridos en años de formaciones en la materia.
En mis dos años en la asociación aprendí a trabajar en equipo, así como a tener la autonomía necesaria para pasar de las ideas a los hechos. Adquirió sentido esa frase que mi profesor de ciencia política siempre recitaba: «Lo que existe no agota las posibilidades de la existencia». Teníamos entonces en nuestra mano un mundo lleno de recursos por explotar y estábamos quietxs, esperando a que las cosas sucedieran solas. Así empezó mi actividad febril de creación de miles de proyectos, llenos de ideas para mejorar el lugar en el que vivíamos.
Tuve la oportunidad de acompañar el proceso de aprendizaje y crecimiento personal de muchxs jóvenes sagreñxs y extranjerxs y de aprender a su lado distintas técnicas, ideas, culturas y lenguas. Con el tiempo, comenzó a picarme la curiosidad de cómo sería poder hacer un proyecto que no estuviese sujeto a las reglas de financiamiento, un proyecto que pudiese ser pensado y llevado a cabo según las necesidades del momento, con capacidad para adaptarse sobre la marcha. Así fue como comenzó a resonar en mi cabeza la frase que mi mentora María siempre repetía: «Lo que mi abuela pudo soñar, mi madre lo pudo luchar y hoy yo puedo disfrutar de ello».

A mediados de 2019 comencé a soñar con hacer realidad un proyecto que llevaba años en mi cabeza a la espera de una financiación que lo hiciese posible. Decidí dejar de esperar y pasar a la acción. Comencé a mover cielo y tierra para juntar a las personas que podían ayudarme a realizarlo y conseguí traer a Numancia de la Sagra a un heterogéneo grupo formado por activistas del sur de Europa y América. En esta primera reunión definimos lo que sería el proyecto Surmanas, un puente entre las realidades de las mujeres del sur de Europa y América. La idea era utilizar la tecnología audiovisual y las redes sociales para impulsar el desarrollo de las mujeres de clase trabajadora de estas regiones con tantas semejanzas culturales. Para ello íbamos a recorrer tanto el sur de América como el sur de Europa entrando en contacto con colectivos de mujeres, sus sueños, sus dificultades y sus realidades e íbamos a ponerlos en escena a través de la herramienta del teatro del oprimido.
Tras varios meses de reuniones, búsqueda de recursos y planificación, parte del grupo viajó a Salvador de Bahía en Brasil para comenzar nuestra aventura. Nadie esperaba lo que nos tenía preparado el mundo…
Si quieres conocer como continúa esta historia te invitamos a seguir leyendo este blog en «La Villana de la Sagra», ¡hasta la semana que viene!
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