Perspectiva de género y feminismo

Por: Angélica Rodríguez

Desde la sociología se sabe que estamos viviendo la llamada tercera oleada de feminismo. Esta palabra la inventa la misma sociedad que la usa, pero para utilizarla de una manera adecuada, es interesante tener ideas básicas, porque a veces pueden haber determinados intereses sociales y políticos que llevan a confundir o manipular ese contenido. La corriente feminista va más allá de una opinión compartida, existen estudios, trabajos de investigación extensos y de muchos años, que han ayudado a explicar las cosas, y que son fuentes fiables para poner nombre a las circunstancias que vivimos.

Desde luego, todas las opiniones son válidas, respetables y cuestionables. En este pequeño vídeo lo que vamos a intentar es desmenuzar criterios básicos que ayuden a tener ideas un poco más claras sobre este tema. Dos patas importantes sobre las que se sostiene la ideología feminista son las relaciones de poder y el colectivo.

En primer lugar, es importante entender que hablamos de un grupo de personas que se identifica con unas necesidades comunes, es decir, esto no es una lucha entre mujeres contra hombres, es más bien la idea de un grupo de personas que reconoce que tiene unas necesidades que la sociedad no permite que se atiendan o se respeten. Hay una frase muy conocida de Simon de Beauvoir que dice: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Esto significa que según vamos creciendo, la sociedad nos exige unos comportamientos y una manera de ser, solo por el hecho de ser mujer u hombre. Lo que ocurre es que muchos hombres y muchas mujeres no se identifican con esa estructura, o que esa estructura aplasta sus necesidades, y eso hace que se organicen reivindicando otras formas de hacer. De ahí la importancia de entender que no son personas aisladas que sienten que no encajan en un sistema, sino que es un grupo amplio que está fuera de ese guión, y por tanto, es un colectivo. Aquí también es bueno no estigmatizar ni demonizar a estos grupos como algo peligroso (luego veremos estrategias para ello). Ramón y Cajal, conocido médico y científico español, decía que “una de las desdichas de nuestro país consiste, como se ha dicho hartas veces, en que el interés individual ignora el interés colectivo”. Por tanto, estamos hablando de necesidades (como puede ser la seguridad, la dignidad, la libertad mental, corporal, sexual), básicas, de un grupo amplio (incluso a nivel mundial) que deben ser atendidas de una manera íntegra y real.

Por otro lado, están las relaciones de poder. Ahora que entendemos que un colectivo es un grupo de personas que tiene características comunes, podemos explicar que estos colectivos pueden relacionarse entre sí de una manera jerarquizada, es decir, que un grupo saca beneficio de otro. Y aquí está el punto. Dos grupos, dos personas pueden ser perfectamente diferentes, pero ser iguales ante determinadas situaciones. Esto es básicamente en lo que se basa la defensa feminista, que es  un discurso social que intenta colocar a ciudadanas y ciudadanos en la misma linea de partida. Una mujer que es tratada como objeto, está un puesto atrás con respecto a un hombre  que es sujeto de la acción. Una mujer que sostiene el entramado y dirección de tareas dentro de una casa, está un punto por detrás de un hombre que tiene un horario definido de trabajo. Cuando entendemos a otro ser humano como una medio a través del cual poder lograr algo, o apoyarme en él, limitando sus posiblidades…, ahí se está produciendo una relación de poder desigual, donde hay una persona que dirige y otra que ejecuta. El problema mayor aparece cuando quien ejecuta quiere mandar, pero encuentra mil obstáculos para lograrlo. Y a eso se le llama desigualdad o desequilibrio; e intentar regular y cambiar ese distancia entre hombres y mujeres es la base de cualquier corriente feminista. Son aceptables las diferencias, siempre y cuando estemos al mismo nivel.

En diferentes estudios, la historia, la sociología, la psicología o la antropología han demostrado que existe un colectivo que utiliza al otro para lograr fines que generan beneficio propio, pero para distraer la atención de esa injusticia, se han llevado a cabo diferentes estrategias que hacen que la protesta o la reivindicación parezca algo falso o menos importante. Noam Chomsky, lingüista y filósofo estadounidense, puso de manifiesto diez estrategias de manipulación masiva, que logran que un grupo de personas repitan aquello que han escuchado o les han incitado a pensar. Entre esas estrategias está desviar la atención de aspectos importantes, hacia los detalles, en principio, irrelevantes, convirtiéndose así en grandes causas. Por ejemplo, presentar soluciones parciales, que parezcan resolver el problema; esto desde la corriente feminista es lo que se conoce como el espejismo de la igualdad, termino que acuñó Amelia Valcárcel, filósofa española), que hace creer que como hemos dado pasos hacia delante, el trabajo ya está hecho, y es suficiente, cuando de forma constante los datos siguen hablando de femicidio, violaciones, desigualdad salarial, prostitución, etc. Otra estrategia de la que habla Chomsky es infantilizar al público, o evocar al miedo; esto es muy fácil de entender si miramos al término “feminazi”, que es una manera de despertar miedo a quienes lo escuchan, de tal manera, que cualquiera que emplee esta palabra, “asustando” a otra persona, hace parecer que su opinión tiene cierto peso… Sin embargo, lo cierto es que no es más que una estrategia, no una verdad.

Otra más, basar la información en datos anecdóticos, sin dar a conocer todo lo que hay detrás; un ejemplo sencillo para entender esto es decir que la propuesta feminista pierde el tiempo reivindicando un lenguaje inclusivo, minimizando a un hecho, todo el trabajo de siglos; u obviando diferentes estudios reales, científicos y fiables desde la psicología, porque esa información no se le ofrece al público, solo se le da pedazos simples.  De nuevo, es solo una manera de demonizar una corriente, pero tampoco describe hechos reales. Es solo una manera de llamar la atención, o en su defecto, desviarla.

Y desde luego, una estrategia muy eficaz es la culpa, culpabilizar a los individuos por sus creencias, hiperresponsabilizarlos, sin entender que los individuos se comportan según lo que la sociedad les marca. Esto hace un efecto curioso, y es que, como dentro de la sociedad nos culpamos unos a otros, o unas a otras, hace que nos dividamos aún más. El propósito real debería ser actuar frente a una situación de desigualdad, o ante la vulverabilidad de algunas personas, entendiendo que hay sistemas, políticas públicas, y responsabilidad ciudadana, las que llevan a que eso ocurra.

Dentro de la misma sociedad existen distintas luchas de poder, y nadie quiere estar en el bando perdedor, ni “sentir ni padecer”, que decía Calderón de la Barca. Sin embargo, es noble y bueno entender que, mientras haya un solo ser humano que sufra, y más cuando esos seres humanos se convierten en un colectivo, nunca habrá una victoria real en el mundo, y cada una podemos contribuir a eso, con nuestra solidaridad, nuestra humanidad, y un profundo sentimiento de justicia. Nelson Mandela tiene una frase preciosa, que dice “cuando dejamos que nuestra propia luz brille, inconscientemente damos permiso a otras personas para brillar” .

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