El Camino de Santiago es como se denomina a una serie de rutas de peregrinación cristiana que se dirigen a la tumba de Santiago el Mayor en la Catedral de Santiago de Compostela. Su larga historia de origen medieval lo hace famoso en toda Europa, por lo que los/as que viven la experiencia son de diversos países del continente. Entre ellos/as encontramos a Chiara y Delia, dos voluntarias europeas en Proyecto Kieu que nos cuentan cómo han vivido la peregrinación.
Estas dos chicas emprendieron el viaje el 31 de mayo en Irún junto a 9 compañeros/as. Se trataba de su primer viaje después de meses de restricciones por el Covid-19, por lo que confiesan que sintieron una gran liberación: «Es una sensación de libertad maravillosa», cuenta Chiara.
Desde el primer día el agotamiento acechaba a estos/as peregrinos/as, sin embargo, la determinación y la motivación no les abandonó en ningún momento permitiéndoles continuar su camino. Al final del día, como si se tratase de una pequeña recompensa, pasaban un rato en la playa pensando en que un día más habían logrado continuar y sintiéndose orgullosos/as de sí mismos/as. Además, se ayudaban entre ellos/as, se esperaban si alguno/a se quedaba atrás y se han apoyado cuando alguien tenía algún problema tanto físico como mental. De esta manera, la experiencia les ha hecho crear un grupo muy unido desde el principio. Estos/as finalizó su ruta en Santander el 13 de junio, por lo que no llegaron a Santiago de Compostela debido a lo duro que es y la cantidad de kilómetros que hay que recorrer. Ahora, confiesa Chiara, todos/as tienen como meta llegar alguna vez a Santiago y finalizar el camino, sin embargo, se llevaron un aprendizaje muy bonito, y es que lo importante no es el destino, sino el camino en sí, lo que sientes, lo que creas, lo que haces, lo que piensas, el proceso en sí, no el final.
Una pequeña anécdota que cuentan y es que una de ellas se hizo una ampolla durante el camino y no llevaban un botiquín con cosas esenciales para poder curar la herida. Sin embargo, en el camino encontraron una caja en la que ponía: «Para quien lo necesite. Con amor.» Esta contenía betadine, agua oxigenada y demás productos útiles para utilizar en estos casos. Es por eso que no debes preocuparte si te falta alguna cosa en tu mochila porque, según Chiara y Delia, la gente que te encuentras en la ruta está dispuesta a ayudarte y detalles como este lo demuestran.
El Camino de Santiago es una experiencia que, como bien cuentan estas dos voluntarias, sirve para conocerse a sí mismo/a, reflexionar, conocer gente y aprender en muchos sentidos. Por tanto, no es solo una experiencia para los/as cristianos/as, sino que cualquiera puede gozar de ella y todo lo que conlleva.
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