Entre pinceles, paletas y lienzos. Así trabaja y así nos recibe César González, un pintor en alza que decidió romper con todo para dedicarse a su verdadera pasión, plasmar la belleza de lo que le rodea en un lienzo. César encuentra refugio en su estudio, plagado de libros, caballetes y obras aún en marcha. Todos estos elementos conviven en perfecto orden y armonía y son, para César, sus fieles compañeros a la hora de crear.
César, natural de Añover de Tajo, descubrió su condición para el arte en el colegio cuando, insatisfecho con los ejercicios que le mandaban a hacer que consistían en calcar dibujos, decidió improvisar y darle vida a sus propios bocetos. Uno de sus profesores, sorprendido por la iniciativa y el talento que César demostraba con el lápiz, le animó a continuar dibujando y evolucionando en el mundo del arte. Durante su adolescencia, se dio un receso entre César y la pintura, algo que, más que frenar su motivación, le hizo percatarse de que el arte se trataba de su verdadera pasión y era a lo que quería dedicar su tiempo y su vida.
César nunca ha recibido ningún tipo de formación académica artística. Su progresión se la ha labrado él mismo, a base de lecturas, investigación y, sobre todo, ensayo y error. Puede que el talento lo llevase en la sangre, pues su padre también se inició en el mundo de la pintura en su juventud y, a pesar de que no continuó dedicándose a él, contaba con gran destreza. César comenzó pintando con la técnica de pastel, que consiste en emplear pintura seca, sin disolventes. Cuando adquirió soltura dio el salto al óleo, una técnica que ofrece más posibilidades creativas y sobre la cual asegura que sigue aprendiendo. César encontró su mayor inspiración en antiguos maestros de la pintura, especialmente en Joaquín Sorolla y Diego Velázquez, a los que usó como referencia a la hora de tratar la luz en sus obras y lograr expresividad y vida en sus retratos.
César abandonó su trabajo decidido a dedicar su vida a la pintura, algo que asegura que: «le da la vida». Para él, pintar es una razón para vivir y nunca está satisfecho con el número de cuadros que termina: «siempre me gustaría pintar más», afirma. La obra de César se suele centrar en el retrato y el paisaje, dos disciplinas de pintura realista que domina a la perfección tras años de pruebas y perfeccionamiento. Dos de sus grandes ayudas a la hora de pintar son la fotografía y la música. César se inició como aficionado en el mundo de la fotografía y ha conseguido convertirlo en una disciplina de gran ayuda para su profesión, pues asegura que le resulta muy útil a la hora de definir la composición de un cuadro. La música es su fiel acompañante durante las horas que César pasa en su estudio, sobre todo se decanta por las piezas de piano clásico, muy beneficiosas a la hora de relajarse y concentrarse. El piano se suele intercalar con el flamenco, de la mano de artistas como Camarón, cuya fuerza y sentimiento asegura que le inspiran.
El gran objetivo de César a día de hoy es conseguir vivir de la pintura y de sus cuadros. Para ello, pretende reunir todas las obras que ha llevado a cabo durante estos años y exhibirlas en un salón de arte para así dar a conocer su esfuerzo y su trabajo. Pues César es un artista y quiere seguir siéndolo porque para él: «ser un artista te beneficia como persona y te ayuda a ser mejor una versión mejor de ti mismo».