¿De dónde viene la tradición del entierro de la sardina?

En muchas pueblos de La Sagra se vive de manera intensa este momento del año en el que el color, la felicidad y la música engalanan nuestras calles. Este año no se ha podido celebrar esta fiesta pagana en la que disfraces, en comparsa o individuales, en carroza o a pie, salen a conquistarnos, y que representa la picardía y la burla en contraposición a la solemne y sobria Semana Santa. Entre una y otra hay un evento con curioso origen y significado que sirve de transición: el entierro de la sardina.

Corría el año 1851 cuando un grupo de estudiantes en Murcia crearon esta festividad con la intención de ridiculizar la práctica de no comer carne durante la Cuaresma. Allí, en esta ciudad, ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, pero también es celebrada en el resto del país y en parte de América Latina. De esta manera se conmemora el final de los carnavales y el triunfo de Don Carnal frente a Doña Cuaresma, sirviendo la simbología que la rodea para representar el entierro y la quema del pasado pecador, por lo que multitud de plañideras acompañan con sus lamentos a la comitiva. Después de todo el trayecto, el pescado es quemado y se incluye aquí el elemento del fuego purificador que limpia todo lo anterior.

De hecho, este evento ha conseguido tantos/as seguidores/as que incluso el reconocido artista Francisco de Goya tuvo a bien representar el cortejo que se celebra en Madrid, que arranca desde la plaza de San Antonio de la Florida y termina en la Casa de Campo, acompañado por gigantes y cabezudos. Incluso se asigna otro origen en la capital, cuando Carlos III decidió celebrar el fin de las fiestas de Carnaval con unas sardinas, lo que coincidió con un día en el que hacía calor y los alimentos se descompusieron, por lo que olían mal y decidieron enterrarlas para evitar el hedor.

Comúnmente tiene lugar el mismo Miércoles de Ceniza, previo a la misa religiosa, pero en los últimos años, es el mismo domingo, el día después de Carnaval, cuando la comitiva acompaña a la sardina. En algunos de nuestros pueblos, por ejemplo en Añover de Tajo, la comparsa ganadora es la encargada de llevar el «ataúd» hasta su destino final. En cualquier caso, el Carnaval y el entierro de la sardina sirven, además de momento de asueto y diversión, como un acontecimiento en el que, gracias a las máscaras y los disfraces, todas las personas se mezclan sin importar sus diferencias. Y en clave de burla y picaresca, al grito de «ay, qué solos que nos dejas con un cura con tantas orejas», la sardina, el color y la fiesta volverán a nuestras calles.

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