Coincidir con José Manuel Fajardo en España es como ver pasar una estrella fugaz. En esta ocasión, la vi pasar y, por tanto, pude pedir mi deseo, éste en forma de entrevista. José Manuel es un tipo tranquilo, no importa el tema que le saques, que tras un breve tiempo de reflexión te relata su visión de forma liviana y sosegada, como un cuento. Un cuento con mucho fundamento y experiencia, eso sí.
“Tengo la rara suerte de hacer lo que me gusta… y que me paguen por ello, aunque sea poco”. Esto puede hacerlo ahora que se dedica en la mayor parte de su tiempo al oficio de literato, ya que como bien dice nuestro entrevistado cuando trabajas de periodista, escribes principalmente sobre la actualidad, que te viene ya dada, y hay menos libertad de elección. “No hay nada como la escritura de ficción. Es lo que me ordena por dentro. Cuando escribo ficciones soy más feliz y sospecho que mejor persona”, declara el granadino.
Sin embargo, su andadura hacia el presente no fue un camino fácil. El suyo estuvo plagado aprendizaje, ya que al principio no se veía preparado para escribir una historia de ficción, por lo que su primer acercamiento se produjo con un ensayo narrativo sobre los/las españoles/as que participaron en la revolución francesa y más tarde con su primera novela Carta del fin del mundo, eso sí, con personajes históricos. “Sólo en mi tercera novela, Una belleza convulsa, me sentí con fuerzas para contar una historia de ficción ubicada en el presente, y era la historia de un periodista secuestrado por ETA. Ciertamente, los personajes de ficción me resultan más reales que los personajes históricos porque en cierto modo son hijos/as míos/as, frutos directos de mi imaginación”. Tras un tiempo de hablar con él es fácil darse cuenta de que se trata de un hombre creativo, y parte de esa creatividad se desarrolló en el momento que salió de España para vivir y escribir en otros países, como Francia o Portugal. Para José Manuel, sin embargo, todos estos lugares forman parte del concepto de lo que es su país: “Yo creo que cada quien construye un país a su medida, con los lugares y los afectos que le van formando a lo largo de la vida”.
Desde fuera, ha seguido con detalle la situación española y además vivir en el extranjero le ha hecho ver todo con más perspectiva, alejarse de lo que él mismo denomina “el griterío” (cosa que a España le sobra, indica el granadino entre risas). Sin embargo, el escritor y periodista no sólo ha trabajado en el extranjero, por supuesto, 10 años de su vida los pasó en el País Vasco, donde trabajó para el periódico El Mundo. No fue un camino de rosas para él. “Me fui del País Vasco porque vivía bajo una tensión insoportable, estaba bloqueado. Me hice cargo de la columna de análisis político de la violencia en El Mundo cuando asesinaron a José Luis López de Lacalle, el anterior columnista, lo que me producía un gran estrés. Tuve además seguimientos en la calle, me citaron varias veces en el diario Gara como periodista al servicio del enemigo…” Tal y como nos relata, llegó un momento en el que necesitaba tomar distancia y tranquilizarse, esta vez en París. Gracias a este proceso pudo terminar su libro más vendido El converso, que relata la visión de un terrorista de ETA durante este periodo.
José Manuel recuerda ahora con un cierto matiz nostálgico su estancia en París. Allí se desarrolló artística y personalmente y, además, empezó una faceta antes inexplorada por él, la traducción. “Empecé a traducir hace cinco años por necesidades económicas. Y porque estaba bloqueado como escritor, no tenía ganas de escribir ficciones, pensar en una novela me agobiaba”, apunta el escritor. “Es un formidable ejercicio de estilo. Y una tarea necesaria. A los/as traductores/as les debo haber conocido la obra de Kafka, de Shakespeare o de Camus. Ahora soy yo quien ayuda a otros/as a conocer la obra de Patrick Deville, por ejemplo”.
Allí mismo, en Francia, obtuvo varios premios por su libro Tu nombre es Jamaica, y también el escritor tiene opinión sobre esta clase de premios: “A los premios que pretenden reconocer honestamente el trabajo de un/a autor/a, les doy un gran valor”. “Todos los/as autores/as necesitamos reconocimiento porque creo que, en el fondo, aunque muchos/as no lo admitan, todos/as nos sentimos profundamente inseguros/as de lo que hacemos». Para finalizar, Fajardo nos plantea su visión de futuro: “Trataré de seguir esta extraña aventura de vivir. Y tratar de seguir contándola”.