La base del mundo es una barca

M. K. Čiurlionis. Night.

Hace poco había visto una película que planteaba la llegada de unas naves extrañas a la tierra portando unos seres con tentáculos que simplemente aterrizaron en distintos países y se quedaron ahí, sin hacer nada.

¿Qué hacer ante tal evento?

La respuesta rápida y sin spoilers: intentar comunicarse para entender qué es lo que quieren.

La comunicación es nuestro contacto con el mundo, con el mundo interior y con el exterior. Sin ella pocas cosas se pueden hacer, sea transmitir conocimientos complejos (como se hace con los libros de ciencias u otras materias), llegar a acuerdos mediante la palabra (pensemos en cualquier tipo de acción diplomática o social) o expresar alguna emoción compleja (como el enojo, sin terminar en un enfrentamiento físico), etc.

Sin embargo, muchas veces se pasa por alto como el acto de respirar, se obvia o se mira con desdén y, sobretodo, muchas veces nos causa problemas en el día a día aunque sea una de las primeras habilidades que empezamos a adquirir y a entrenar a lo largo de nuestra vida.

Como una persona que se dedica a la comunicación en el campo profesional encuentro muy frustrante el hecho de que, a veces, en conversaciones simples el mensaje que entrego no se comprenda. Siempre me pregunto ¿he formulado mal mi oración o la persona interlocutora ha interpretado lo que ha querido?

Me veo analizando mis palabras. Sujeto, verbo, predicado. El tono, la velocidad, la precisión; y en ese ejercicio, circunstancialmente encuentro esos espacios que han dado pie a otra interpretación, para luego esforzarme por corregir. No obstante, en muchas otras ocasiones puedo ver que el mensaje es preciso y conciso y que simplemente no hay nada que pudiese haber dicho de una manera diferente.

Ante esa maraña sin salida (porque es algo que aparentemente se sale de mi control) muchas veces siento que a mis tierras llegan estas naves extrañas y que es mi tarea descifrar cuales son los códigos de comunicación que debería utilizar o aprender para evitar confrontaciones, errores, vacíos. Pienso, pruebo, fallo, triunfo. Mas, termino concluyendo que el acto de comunicación requiere el esfuerzo de dos (o más) partes, y de nada vale que una persona intente descubrir una manera adecuada de comunicar o acercarse si la otra no tiene interés, pese a que en algunas ocasiones ese 50% sea suficiente.

¿No basta? No basta, pues en el vaivén de las frases que vienen y van, muchos mensajes se pierden, se mancillan y se mueren en el intento de llegar al otro lado.

Yo me imagino a las letras naufragando una a una en la turbulencia de una marea furiosa que engulle todo y solo me deja frente a las demás personas en un abismo de mar colérico que no puede cruzarse.

Tanto le temo al agua que prefiero mirar mis palabras ahogarse, y que el mar se lleve a todo aquel a quien no le interese sentarse en la barca a remar conmigo.

¿Está mal?

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Proyecto financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

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