Las redes invisibles que te sostienen

Escrito por: María Díaz Durillo

Este verano hace 7 años que comencé a trabajar con jóvenes; a observar, estudiar su realidad y tratar de entenderlos/as con un sistema simple: tener la mente abierta y no prejuzgar, ni dar por sentadas cosas; observar sin saber para poder aprender.

De aquellos primeros años de observación se destiló un análisis de situación, un diagnóstico, que ha servido, y sigue sirviendo, para sustentar el trabajo de la organización que cofundé y ahora coordino. Otro día os contaré el diagnóstico, si os interesa, hoy quisiera centrarme en otra circunstancia que desde aquel diagnóstico sigo observando. Qué es: ¡cuán a menudo confundimos causas con consecuencias!

En aquel entonces, 2011, veíamos jóvenes desmotivados/as hasta extremos alarmantes; también vimos cómo muy usualmente se confundía esta desmotivación con una causa (de muchas dificultades añadidas: en los estudios, en lo laboral, en lo relacional…) sin darnos cuenta de que esta desmotivación era a su vez ¡una consecuencia! Esta revelación nos causó gran alivio: si era una consecuencia de algo, es que había una causa anterior; una causa sobre la que quizá pudiésemos centrar nuestros esfuerzos y bueno, apoyar a la muchachada como estábamos intentando hacer ¡estupendo! Ahora bien, la desmotivación era una consecuencia, una consecuencia pero: ¿de qué?, ¿cuál era la causa anterior a ella? Sobre esas causas (que resultaron ser múltiples) fue donde se sustentó el diagnóstico que otro día os contaré en profundidad y que aún sigue vigente y facilita el trabajo en nuestra asociación.

Solo adelantaré, para contar lo que hoy toca, que una de las causas, origen oculto de la desmotivación que observábamos, es el individualismo salvaje que reina en nuestra sociedad y que enseñamos a nuestros/as jóvenes a través de muchísimas acciones cotidianas. Y los chicos y chicas están aprendiendo tan bien la lección que, muy a menudo, se creen que los éxitos que obtienen los consiguen exclusivamente por sus propios medios; por sí mismos/as, como “hombres y mujeres hechos/as a sí mismos/as” cuando solo tienen unas pocas décadas de vida (los que llegan). A menudo nos pasa que, cuando llegan donde querían, al sitio que sin tu ayuda, horas de empeño, visión y conocimientos no hubieran sido capaces (al menos de la forma que sucedió, que tampoco es que sea la única), desde ese nuevo lugar ya no ven el proceso, ni a las personas que lo acompañaron. Y ver el proceso es fundamental para poder replicarlo, cuando vuelva a hacer falta, sin que te falten piezas en el puzzle.

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Hoy, en la asociación que coordino, nos ha pasado de nuevo. Y no os voy a negar que duele (se nota también en mis palabras), un poquito en el ego (a todos/as nos gusta que nos agradezcan) y un poquito también en el «corazoncito»… porque también nos implicamos personalmente con las historias personales de los y las que pasan por aquí. Aún así, un poco por deformación o necesidad profesional, un poco por sobreponerme, he mirado otra vez, sin juicio, con la misma pregunta que me hacía 7 años atrás: ¿de qué es esta actitud consecuencia? ¿cuál es la causa? Y de nuevo, vuelvo a encontrarme con el individualismo dichoso, el sistema que estamos creando tan, tan bien. De nuevo, entender la causa me tranquiliza, ya sé donde tengo que apuntar mis esfuerzos y trabajaré con más conciencia sobre esta circunstancia a partir de ahora. Por eso, se me ocurre terminar el artículo así:

Date la vuelta y observa tu red de apoyo, la que te ha permitido llegar hasta aquí. Por supuesto tu familia, pero también aquella vecina que te habló de una oportunidad que después se materializó o te permitió entrenar para la siguiente, el funcionario que te indicó una dirección hacia donde mirar, la asociación que te permitió una experiencia increíble, la maestra que te enseñó a amar lo que sea que ames o los amigos/as que te orientaron cuando estuviste desorientado/a.

Date la vuelta y agradece, hacia dentro y hacia fuera; porque mirar, ver y agradecer te va a permitir entender cómo la vida funciona. Te va a capacitar para ver la red invisible en la que se tejen los avances en la vida y si la ves, puedes entenderla; y si la entiendes puedes contribuir a ella conscientemente; y si lo haces, entonces tú mismo/a estarás tejiendo alrededor de ti las posibilidades que vas a necesitar para seguir caminando con confianza. Porque, al final, todo son causas y consecuencias.

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