Llevo migrando toda la vida, hoy mismo he migrado la última vez

Crónica por María Díaz Durillo

El pasado viernes, 3 de junio, en su concierto del Escénico de Illescas (hay muchas cosas interesantes ahí que están por venir y recomendamos) Ara Malikian comenzó dedicando una canción a sus padres que (cito de memoria) “eran inmigrantes de toda la vida” y contándonos su periplo como hijo de migrantes, adolescente migrante no acompañado y adulto migrante.

Con este relato sobre la migración que completó, con un “yo mismo llevo migrando toda la vida; hoy mismo he migrado la última vez aquí, a Illescas” se ganó a un público, ya de entrada entregado, que aplaudió a rabiar no solamente los momentos musicales sino también las introducciones de éstos que, por momentos, de divertidas e ingeniosas, hicieron que el concierto pareciese una noche de monólogos.

Fotos cedidas del artículo de La Sagra al Día

Acompañado de un cuarteto de músicos excepcionales, que el nos dijo que eran cubanos pero vaya usted a saber (piano, guitarras, bajo/contrabajo y percusión), en lo musical hubo estilos de todo tipo: desde momentos cercanos al rock sinfónico, solos de violín que recordaban escenas de películas de Kusturica, ritmos latinos, orientales y piezas clásicas entre las que destacó uno de los nocturnos de Chopin justo en la mitad del concierto: piano y violín mano a mano que tocaron el corazoncito de todas los y las románticas presentes.

El público, ansioso por responder con aplausos a cada una de las intervenciones, fue templándose y siendo capaz cada vez más de disfrutar tanto los ritmos frenéticos del violín y la banda, como también los silencios y momentos más delicados del concierto donde el violín fue el protagonista.

Fotos cedidas del artículo de La Sagra al Día

Los micro-monólogos (que en ocasiones no fueron tan micro) hicieron reír a carcajadas al respetable que en empatizó con las historias, en muchas ocasiones rompiendo en aplausos o respondiendo al artista con comentarios lanzados al aire en momentos muy oportunos.

Además de un violinista portentoso y un bailarín que se mete tanto con la polka como con el perreo, la danza del vientre o hacer simplemente el ganso, Ara Malikian es un hermoso contador de historias que cuenta situaciones, cuentos y reflexiones como si fueran propias. Quizá, como él mismo dijo, simplemente exagera o ficciona situaciones vividas que, más allá de haber sucedido o no, encierran enormes verdades con las que el público conecta.

La crianza, la familia, la condición de migrante, las personas mayores que murieron solas durante la pandemia, el deseo de paz, las peripecias del músico itinerante y la certeza de que el mundo no es, o no debería ser, propiedad de nadie… Todo contado con luces y sombras, en claroscuro, como la vida misma y en claro acuerdo con la mayoría del público que casi llenaba la plaza de toros de Illescas.

Así, poco a poco, entremezclando historias con momentos de danza salvaje, homenajes corporales a los AC/DC (sustituyan en su cerebro guitarra por violín y ya lo tienen), perreos, revolcones por el suelo y dulzuras sonoras varias se pasaron sin pensar 2 horas en las que la música moderna, clásica, rock, pop, del mundo e incluso contemporánea fue un fluir casi hipnótico para las personas presentes: músicos y público juntos.

Algunos de los mejores momentos tuvieron que ver con la participación activa del público, como por ejemplo el espectador de voz portentosa que llamó a los músicos “cerdos, Impostores!” desde el fondo de la plaza (ojo, porque Ara mismo había pedido anteriormente que así se hiciese si se consideraba oportuno) o la grada entera que, al unísono y en coro polifónico, mandó callar al walkie-talkie extremadamente ruidoso de un policía municipal.

Dos horas de espectáculo cultural y humano absolutamente recomendables para volver a conectar con el arte, la comunidad y la alegría de estar y crear juntos de nuevo. 

Según he visto en su web, Ara migra de nuevo a nuestra tierra en septiembre. Intentaré volver al concierto acompañada de algunos de los chicos y chicas migrantes de La Sagra que, quizá por ser migrantes de primera generación, todavía no sienten como propias las posibilidades y el orgullo que de construir una vida nueva en un territorio desconocido como migrantes. Gracias Ara por abrir camino y contárnoslo con tanta gracia, tanto arte y tanta inspiración.

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