El día que el carrito casi me devora

Soy Mortimer Mercadillo, y te voy a contar una pequeña tragedia: la de un carrito que parecía un amigo…

Las luces de la pantalla brillaban. “¡Oferta! ¡Solo hoy!” decían. Compré un reloj digital, una mochila barata, una funda de móvil… y unos zapatones exagerados que me encantaban.


Llegaron los paquetes, uno, dos, cinco… decenas. Cada entrega liberó gases, usó combustible, generó envoltorios. Como muchas otras historias de Black Friday: ese solo día puede generar cerca de 429.000 toneladas de CO₂ solo por envíos equivalente a 435 vuelos de ida y vuelta de Londres a Nueva York.

Pero lo peor vino después: muchas cosas no me sirvieron. Esa mochila era más pequeña de lo que pensaba, el reloj demasiado grande… y los zapatones no combinaban con nada. Como muchos compradores impulsivos, tuve que iniciar el ritual de las devoluciones. ¡Error! Cada paquete devuelto genera más transporte, más envases y más emisiones. De hecho, algunas campañas registran un aumento de devoluciones del 143 % en comparación con otras épocas, más transporte, más envases, más desperdicio. Un círculo vicioso.

Al final aprendí algo importante: lo barato y rápido tiene un precio que casi nadie paga, hasta que es tarde.

Entre tantas cajas, me di cuenta de algo que debería haber sabido antes: la gente no recuerda qué ropa te pusiste el mes pasado, ni cómo tienes la casa de bonita o fea, ni si ese accesorio es nuevo o viejo. Lo que importa de verdad es lo que haces y cómo cuidas tu entorno. Esa lámpara barata o los zapatones no me iban a dar más felicidad, solo más basura. Por eso, antes de comprar algo, pensé: ¿realmente lo necesito? ¿Puedo reutilizar lo que ya tengo? ¿Qué impacto tendrá en el planeta si lo compro y luego lo devuelvo o tiro?

Así nació mi Antiblack Friday: reparé lo que tenía, doné ropa y aparatos eléctricos olvidados… Menos estrés, menos basura, menos culpa. Y una sensación extraña pero maravillosa: estar salvando al planeta mientras ahorraba dinero y tiempo.

#ConsumoGusto2025 #JCCM

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