¿No les ha pasado que a veces llegan a un lugar nuevo y es imposible encajar de ninguna manera a pesar del tiempo o las estrategias?
El día de ayer en el equipo de trabajo en el que estoy hace más de un año, y en el que, por cierto, me siento tan integrada como un triángulo de concreto en medio de un bosque; se realizó una formación interesantísima que concluyó con un juego llamado «el juego de los números», el cual consistía en repartir 11 cartas distintas de una baraja (con los números del 1 al 11) de manera secreta entre 9 participantes, y en donde, sin revelar el número propio ni preguntar por el de los demás, había que acomodarse en fila de modo correcto (de menor a mayor), con la única posibilidad de preguntarle a las demás personas si estaban seguras de la posición que habían elegido.
En el primer intento la organización salió mal, pero la segunda vez que lo intentamos casi todas logramos hacerlo correctamente, como si fuera una especie de magia rosa.
¿Y porqué les cuento este rollo? Porque entendí que muchas veces el problema no es únicamente de nosotros los que parecemos no encajar, sino que en ocasiones el problema es que a nuestro alrededor hay personas que tampoco entienden el lugar que ocupan en el mundo y es en estos momentos que nuestra integración parece un imposible.
Somos una red, en el mundo nada actúa para sí mismo o de manera independiente a la realidad: todas las personas y seres necesitamos de lo externo, de lo que está ahí fuera que a veces da la impresión que no nos concierne pero que en realidad es más cercano y nos afecta más de de lo que parece. Y conocer nuestro lugar en el mundo puede ayudar a que muchas personas que no entienden su posición, su razón de ser, su espacio o su forma, puedan deslizarse dentro de un huequito en el gran puzzle del mundo, y, por fin, sentir la delicia de pertenecer a alguna parte, de ser visto, de ser reconocido, de sentirse útil y entonces reconocerse.
La invitación es a mirarnos para entender si en verdad somos conscientes del lugar que ocupamos, de lo que estamos haciendo, si estamos facilitando el camino a otros o estamos reconociendo y aceptando su lugar.
Hay quien sabe el lugar que ocupa pero se niega a reconocer el lugar que ocupa otro. Historia de la vida real.
Por eso es igual de importante no solo de hacernos a la tarea de conocer nuestro lugar en el mundo, sino de dejar que otras personas ocupen el suyo también. Cuánta armonía y orden habría, mas, solo basta que una persona se tambalee para que todo salga mal. El juego como la vida misma.
Entender nuestros límites y nuestras libertades así como reconocer las de las demás, si estamos en la capacidad de ello, nos permite decodificar la realidad y actuar sobre ella, resolver ambivalencias y encontrar soluciones conciliadoras y valiosas en nuestro entorno.
Ahora que sé que soy un triángulo rojo, quizá el problema no sea serlo, sino el hecho de que no se me permita serlo. O quizá estoy en el lugar equivocado ¿pero se puede estar en el lugar equivocado?
Contáme vos, lectora.

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